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De tapas por Madrid

La capital española posee un rico abanico de tradiciones gastronómicas, cuyo exponente más conocido es salir de tapas. Pero hay mucho más. Aquí les ofrecemos un itinerario por algunos barrios madrileños que además de contar con atractivos imperdibles, nos invitan a detenernos y saborear sus opciones culinarias.

“Viajar para conocer” es la primera repuesta que surge al preguntarnos qué buscamos cuando viajamos. Salir de casa implica no sólo movilizarnos a lugares remotos, sino también contemplar cuestiones elementales en las que a veces reparamos y otras veces no. Una vez que llegamos nos damos cuenta de que un ítem como la gastronomía será partícipe necesario en nuestro periplo.

Y si el destino elegido es Madrid, el viajero estará de parabienes. La cocina será una aliada por su sabor, variedad y porque, además, es accesible al bolsillo de cualquier turista.

LA ENTRADA A LA CIUDAD.

Si se trata de una primera visita comenzaremos por ubicarnos en la ciudad, y para eso la Plaza Mayor es el lugar indicado, ya que se trata de la plaza central de Madrid.

Fue construida en 1617 pero a lo largo de los años sufrió notables transformaciones. En ella se celebraron corridas de toros, espectáculos populares, y desde siempre ha sido un importante espacio de comercio. Desde allí tendremos una vista panorámica de todos los restaurantes, bares y cervecerías que se encuentran bajo los soportales que rodean la plaza, dotando el espacio de concurridas terrazas que pueblan y embellecen este emblema de Madrid.

En uno de ellos, Los Galayos, que data de 1894, se celebró la última reunión de la Generación del 27. En esas mesas, un grupo de literatos –entre los que se encontraban Federico García Lorca y Rafael Alberti– se reunió en 1936 para festejar la publicación de “La realidad y el deseo” de Luis Cernuda, sin saber que sería su última tertulia, ya que poco después comenzaría la Guerra Civil Española.

Sentarse en la terraza de Los Galayos nos permite conocer parte de la historia de Madrid, degustar algunos clásicos de la gastronomía castellana como el cochinillo asado (una de las especialidades de la casa) o el inigualable jamón ibérico de bellota, una caricia para nuestro paladar. Este manjar puede acompañarse con una clásica tortilla a la española o unos espárragos empanados y fritos.

Quienes opten por una cena más íntima, podrán solicitar una mesa sobre la terraza de la calle Botoneras o en alguna de las mesas de los cinco salones interiores de Los Galayos, que gracias a su destacada decoración trasladan al visitante a distintos rincones de la geografía castellana.

Pero aquellos que prefieran un menú al paso pueden hacerse un lugar en alguna de las dos barras, donde los esperan una deliciosa variedad de pinchos y otros entrantes que seguramente desearán acompañar con una refrescante cerveza.

TAPEO: EL PLATO FUERTE DE LA GASTRONOMIA.

Una de las especialidades de la cocina de Madrid es la mundialmente conocida “tapa”: se trata de una pequeña ración alimenticia que acompaña una bebida (generalmente una copa de vino o una caña de cerveza).

“Ir de tapas” es todo un plan en la ciudad, ya que generalmente la gente se reúne en alguno de los bares y a medida que transcurren las horas van recorriendo diferentes reductos probando las especialidades de cada uno.

Si bien el tapeo es una actividad que se desarrolla en todos los barrios hay algunos puntos imperdibles.

En los alrededores de la Plaza Mayor, el Mercado San Miguel es ideal para los paladares gourmet. Además de poder adquirir y probar los productos de temporada, allí hay barras con variedad de tapas, un bar de vinos, libros gastronómicos y, al decir de los locales, “el mejor bacalao sazonado”, tanto para llevar como en pinchos para degustar.

El mercado abre de lunes a domingo. Los viernes y sábados los puestos se mantienen abiertos hasta pasada la medianoche.

UN DOMINGO EN LA LATINA.

Muy cerca del Mercado San Miguel, sobre la calle Cava Baja, en el colorido y popular barrio de La Latina, se suceden bares y restaurantes que convirtieron el sitio en la zona de tapeo por excelencia de Madrid.

En la Posada del León de Oro, el comensal podrá degustar la gran variedad de preparaciones. En primer lugar la recomendación es probar las croquetas, que pueden ser de espinaca, bacalao, piñones o jamón y puerros. Otra de las delicias son los chipirones a la plancha sobre emulsión de papas y pesto de rúcula. Sin olvidarnos de la amplia carta de vinos que se caracteriza por poseer “denominación de origen” de la comunidad de Madrid, siendo la única capital del mundo que cuenta con esta denominación. A los postres, la sugerencia de los anfitriones es la tarta de queso y frambuesa. Un verdadero acierto del chef, que se destaca por su perfecta combinación entre la acidez de los frutos rojos y la cremosidad del queso.

Después de semejante festín gastronómico, La Latina le regala al viajero un plus: la posibilidad de perderse entre las callejuelas del mercado del Rastro, un famoso espacio al aire libre que cuenta con 400 años de historia y se extiende sobre la calle Ribera de Curtidores desde la Plaza del Cascorro. Lo ideal es aprovechar las primeras horas del día para visitarlo con tranquilidad; allí encontrarán desde los clásicos abanicos españoles hasta valiosas antigüedades, souvenires turísticos y otras chucherías.

Otra de las postales que nos regala el Rastro es el espectáculo de los bares de los alrededores, donde tanto turistas como locales se trepan a las barras para obtener una caña de cerveza y su correspondiente tapa a solo un euro.

UN POSTRE EXCLUSIVO ANTES DE PARTIR.

Regresando hacia el centro madrileño, en plan de una cena romántica o como broche de oro de la estadía, lo ideal es acercarse hasta la Plaza Santo Domingo. Allí se encuentra una de las perlitas de la gastronomía española: el restaurante Sandó by Arzak, donde se combinan los saberes y sabores del chef Juan Mari Arzak, que trae de su herencia familiar el gusto por la cocina vasca.

Con el correr de los años y la investigación de su equipo de trabajo, Juan Mari ha logrado desarrollar en sus preparaciones una identidad propia que se percibe al degustar cada uno de sus bocados.

Al ingresar al restaurante, que tiene capacidad para 75 personas, lo primero que se destaca es la esmerada atención de su staff, junto a una atmósfera equilibrada con colores claros, buena iluminación y materiales nobles.

En una primera visita hay dos alternativas para acercarse a la esencia de Sandó: elegir el menú degustación, que nos brindará un panorama general de la cocina del lugar, o dejarnos guiar por la recomendación repentista del chef. Cualquiera sea la opción elegida hay un par de imperdibles que nos convierten en cómplices de la cocina de Arzak. Una vez inoculados con su sabor será muy difícil volver a la comida nuestra de cada día.

En primer lugar sugiero el “Rape asado con guarnición de verduras y tomates”, un plato liviano y sabroso que se puede maridar con una copa de vino blanco que recomendará el sommelier. Para quienes prefieran alguna preparación con mayor consistencia, la carta del Sandó incluye carnes, pescados, mariscos, legumbres y verduras.

Para prolongar la sobremesa y extender el buen clima, un postre será la excusa perfecta, ya que el restaurante cuenta con algunas preparaciones memorables, como la mousse de lima, teja arrugada (una masa dura y dulce) y salsa de trufas. Un manjar, ¡probar para creer!

Al momento de la verdad, o sea, al pedir la cuenta, confirmamos que la relación precio-calidad es justa. Los platos rondan los 20€ promedio y el servicio de mesa cuesta menos de 2€.

El Sandó by Arzak se resume como una propuesta de alta calidad para ocasiones especiales, en las cuales valoramos la atención personalizada, las preparaciones exclusivas y un ambiente intimista. Es el final perfecto para darle un toque de lujo a la estadía en Madrid.

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