Desandamos las calles de Río de Janeiro y enseguida nos topamos con la playa, protagonista indiscutida del ritmo citadino. De día y de noche la movida se concentra allí, donde las morenas bailan al ritmo del samba, los jóvenes improvisan un partido de fútbol, otros tantos desafían las olas, muchos toman una cerveza bien helada y todos se contagian de la alegría que emanan los brasileños a cada paso.
Río de Janeiro seduce y conquista
Nos abrimos paso por otros rincones de la ciudad y nos encontramos con riquezas históricas como el Teatro Municipal; legados como los del arquitecto Oscar Niemeyer; rincones como la Confeitaria Colombo, tradicional restaurante del siglo XIX.
Abrimos la vista y descubrimos morros, mucho verde y espejos de agua en el medio del ejido urbano. Claro que hay mucho más para empaparse de la cultura carioca, la cual se encarna en bares y restaurantes emblemáticos, platos típicos, festividades célebres en todo el mundo como el carnaval o en la música pegadiza.
PLAYAS, EPICENTRO DE LA VIDA CARIOCA.
En la zona sur se encuentra Arpoador, de 800 m., ideal para disfrutar de las puestas de sol. Junto a ella se recuesta una pequeña Playa del Diablo.
Vermelha, por su parte, es un pequeño paseo marítimo que une el Pan de Azúcar con Babilonia. Allí discurre un circuito para caminar o practicar jogging, junto al verde intenso de la naturaleza.
Entre los rincones imperdibles, se destaca la playa de Ipanema, que forma parte del alma carioca, donde la cadencia de la bossa nova está presente a través de la famosa canción Garota de Ipanema, de Tom Jobim y Vinicius de Moraes. Este barrio es además, el epicentro de la movida diurna y nocturna de Río de Janeiro.
Copacaba y Leme completan la tríada de las playas más célebres. Con sus veredas delineadas en negro y blanco, inspiradas en el paseo marítimo de Lisboa, Copacabana constituye la clásica postal de Río, con perfecta convocatoria las 24 horas.
Leblon es otra playa que fue escalando posiciones entre las preferidas por los más jóvenes. En esa zona también se encuentra São Conrado, donde se puede ver a la gente tirándose en aladelta.
Al norte hay otras tantas: Barra de Tijuca es la que más desarrollo ha tenido en los últimos tiempos, destacándose Praia do Pepe, una de las playas top de Río. En Prainha se suelen reunir los amantes del surf, mientras que Grumari –rodeada por una reserva ecológica– es el punto de encuentro de quienes buscan tranquilidad.
LA NATURALEZA PENETRA EN LA CIUDAD.
En Brasil el verde rebalsa por todos los rincones, tapiza morros, llega hasta el borde de la playa y se interna en el interior. Río no es la excepción y el Parque Nacional da Tijuca es un buen ejemplo, donde afloran montañas, grutas, cascadas y senderos. El espacio está dividido en cuatro sectores. Uno de ellos es Floresta de Tijuca, donde se levanta el pico homónimo de fácil acceso. El otro es Serra da Carioca, que ostenta el mirador Chinesa y el morro Corcovado, coronado por la estatua del Cristo Redentor. Situado a 710 m. de altura, se accede por carretera o a través de un tren a cremallera que, tras dejar la añosa estación del barrio de Cosme Velho, se interna en medio de un exuberante bosque tropical.
Los otros dos sectores son Pedra Bonita/Pedra da Gávea, que constituyen óptimos miradores de la ciudad y los alrededores. Por último, Serra da Covanga/Pretos Forros no está abierto al público.
Si el viajero se quedó con más ganas y disfruta del contacto con la naturaleza, el Jardim Botânico es otra alternativa. Inaugurado el 13 de junio de 1808 por João VI, príncipe regente en esa época, está considerado uno de los más importantes del mundo. Reconocido como museo vivo, reúne más de 8 mil especies vegetales.
El Parque do Flamengo, por su parte, está situado en un área privilegiada, a orillas de la bahía de Guanabara. Despliega árboles autóctonos y exóticos y extensas alfombras de césped en un proyecto paisajístico diseñado por Roberto Burle Marx.
Otro sitio elegido por turistas y locales es la laguna Rodrigo de Freitas, donde es posible practicar deportes náuticos y también improvisar un picnic tropical.
Como el Corcovado, el Pan de Azúcar adquirió renombre mundial. El paseo consiste en un tramo en teleférico desde la playa Vermelha, recorriendo 575 m., desde donde se obtiene una vista de Botafogo y de la bahía de Guanabara. En el peñasco monolítico llamado Pan de Azúcar culmina el viaje, a una altura de 396 m.
UN LEGADO IMPORTANTE.
Río de Janeiro conserva ciertos exponentes del pasado que bien merecen una visita. Vale la pena darse una vuelta por el centro para admirar las huellas de los estilos colonial, eclético y contemporáneo. Un ejemplo interesante es la Biblioteca Nacional,
que reúne alrededor de 9 millones de volúmenes y es considerada una de las más grandes de América del sur.
Otro edificio a visitar es el Teatro Municipal, que data de 1909, y en cuyo escenario actuaron importantes artistas nacionales e internacionales. Luego de un proceso de recuperación, ahora luce espléndido, al igual que sus pinturas y mosaicos.
Por otra parte, los Arcos de Lapa son un legado portugués. Se trata de un conjunto de arcadas blancas, superpuestos al estilo de los acueductos romanos, que antiguamente abastecían de agua a la ciudad. Actualmente se lo emplea para que transite el "bondinho", un simpático tranvía que une la zona de Santa Teresa con lo que fuera el centro de vida nocturna del siglo XIX. Detrás de su estructura se eleva el cono truncado de la Catedral metropolitana de Río de Janeiro.
La Iglesia de la Candelaria constituye otra parada de nuestro viaje al pasado. El más renombrado de los templos tradicionales fue epicentro de la actividad política y ahora permanece rodeado por el bullicio del distrito financiero. Aunque las obras finalizaron en 1775, esta iglesia fue reformada en repetidas oportunidades. De hecho, del proyecto original solo queda la fachada, la cual atesora unas pesadas puertas fundidas en bronce que fueron exhibidas en la Exposición Universal de París de 1889.
Si hablamos de arte, el Museo de Arte Contemporáneo merece una visita. Este "plato volador" diseñado por Oscar Niemeyer se sitúa en la vecina ciudad de Niterói. Fue inaugurado en 1996 a partir de la donación de un coleccionista particular, pero su fuerte son las muestras temporarias que suelen reunir obras de los mejores artistas plásticos de la actualidad.
MÁS PERLITAS CARIOCAS.
Como las playas y el verde, el fútbol forma parte del alma de Brasil. Si el turista llega a Río debe visitar el estadio do Maracanã, sede del Mundial. Bautizado como periodista Mário Filho, fue también testigo de la misa campal de 1980 y los conciertos del cantante norteamericano Frank Sinatra en 1980, de Paul MacCartney en 1991, así como Tina Turner, Madonna, The Rolling Stones e Ivete Sangalo.
Del mismo modo, el carnaval de Río es único en el mundo. Los preparativos, los desfiles, las escolas do samba, los trajes, la música, la alegría, todo forma parte de esta celebración que congrega a multitudes.
Pero si el viajero no visita Río durante el carnaval, debe salir a disfrutar la noche carioca. En Vinicius (rua Vinicius de Moraes 39, Ipanema) se escucha bossa nova y otros ritmos todas las noches. Barril 8000 (Av. Sernambetiba 8000, al final de Barra de Tijuca), es otro bar clásico con bandas que no paran de tocar hasta entrada la madrugada. Solo dos ejemplos de una lista casi infinita. De los bares y restaurantes con música para el turista no pueden faltar el Carioca da Gema y el Rio Scenarium.
MÁS ALLÁ DE RÍO.
En las inmediaciones surgieron otros destinos turísticos de gran belleza. Angra dos Reis es uno de ellos que despliega más de 365 islas a sólo 165 km. de Río. Ecoturismo, playas y buceo forman parte de su oferta para el viajero.
A 170 km. se encuentra Buzios, que ofrece un rosario de playas y bahías para continuar disfrutando del sol. Posee un centro muy pintoresco con restaurantes y bares que funcionan hasta altas horas de la noche.
Paraty se sale del molde tradicional para presentar una postal totalmente diferente. Se trata de un enclave histórico cuyos orígenes se remontan al siglo XVIII cuando funcionó como puerto de la ruta del oro que llevaban desde Minas Gerais. Hoy conserva las antiguas construcciones y callejuelas estrechas en donde solo transitan personas, aunque su estilo está algo aggiornado con restaurantes y bares que no desentonan con el lugar.
La última perlita para recomendar es Petrópolis, a 68 km. de Río, con imponentes construcciones y legados imperiales.
Cómo trasladarse: una buena forma es en bicicleta por la red de bicisendas. Son vías de dos carriles que unen los sectores norte y sur a lo largo de 74 km. partiendo desde el centro, en la Marina da Glória, cerca del aeropuerto Santos Dumont. El trazado corre por las playas de Leblon, Flamengo, Botafogo, Copacabana e Ipanema, así como por la laguna Rodrigo de Freitas y la Barra de Tijuca. Se alquilan bicicletas. Rutas temáticas: vale la pena hacer la ruta del arquitecto Oscar Niemeyer. Otra parada obligada es Porto Maravilha, un área que está siendo recuperada y remozada. Y las islas que se encuentran en torno a Río, como Paquetá o Fiscal. Eventos: el año que viene se hace en Río los Juegos Olímpicos.
Informes: www.rioguiaoficial.com.br.
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