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Puentes colgantes a las estrellas

Fabián Piqué, especialista en turismo sustentable, ex agente de viajes y lector de Viajando, invita a través de su relato a conocer el Observatorio de Bosque Alegre, en Córdoba. Pero antes de llegar al destino y vivir esta experiencia inusual propone una travesía por los cerros, desviándose por senderos desconocidos y buscando escenarios naturales de gran belleza.

Mirar el cielo nocturno a través de un poderoso telescopio puede ser una de las experiencias inolvidables que marcan un viaje para dejarlo en el recuerdo. Cuando descubrimos que el Observatorio de Bosque Alegre (Córdoba) organizaba visitas guiadas, previa reserva, para que los visitantes puedan sentirse astrónomos por un rato, mandamos un mail y confiamos en que conseguiríamos lugar.

Casi de inmediato llegó la respuesta afirmativa, y el entusiasmo nos llevó a aprovechar el paseo para convertirlo en una aventura aún más completa.

EN ALTA GRACIA.

Desde el tradicional Sierras Hotel & Casino, recorrimos los principales atractivos de la apacible ciudad cordobesa de Alta Gracia. Visitamos la Estancia Jesuítica, declarada Patrimonio Mundial por la Unesco, que se destaca por su imponencia en pleno centro y su tajamar que hacía las veces de reservorio de agua y hoy en un bello lago donde la luna llena se reflejaba desde el atardecer.

Para los chicos, las palmas se las había llevado el Museo del Che, donde Guevara pasó buena parte de su infancia, aprovechando las bondades que representa el clima serrano para un asmático. Para nosotros, que gustamos de la música clásica, la visita a la Casa Museo Manuel de Falla nos puso en contacto con el backstage de un gran compositor.

Nos quedaba recorrer los alrededores de la ciudad, poniendo proa hacia las Altas Cumbres, sobre cuyas laderas está ubicado el Observatorio.

Partimos antes del mediodía, sabiendo que tendríamos varias horas de tranquilo paseo, ya que la cita con las estrellas estaba pautada para las ocho de la noche.

El GPS nos indicaba que Falda del Carmen era el primer punto a tener en cuenta, sobre la ruta que une Alta Gracia con Carlos Paz. Allí, al girar a la izquierda, uno enfrenta por primera vez de lleno la masa rocosa y abrupta de la montaña, que invita a quien gusta de manejar a prepararse para una trepada zigzagueante, por una ruta asfaltada y muy bien señalizada.

Deteníamos de vez en cuando la camioneta, cuando intuíamos que a nuestra espalda el horizonte se hacía cada vez más extenso, ya que la subida era bien pronunciada. Las primeras panorámicas desde lo alto, nos marcaban la presencia de Alta Gracia y otros pueblos, hasta ver incluso a lo lejos, el lago San Roque.

Sabíamos que el acceso al Observatorio iba a aparecer pronto, siendo aún muy temprano, por lo que decidimos continuar viaje más hacia lo alto, confiando el poder encontrar un sitio donde almorzar y pasar un rato descansando a la tarde. La intuición no nos falló. El edificio de un parador, a mano derecha, invitaba a conocer la Fundación Cóndor y el restaurante aledaño. Allí nos enteramos que “Lo de Ramallo” es uno de los lugares más tradicionales de la zona, donde uno puede aprender sobre el Rey de Los Andes, ya que hay una muestra sobre cóndores muy interesante. Nos recibió el mismísimo señor Ramallo, un simpático y atento investigador y explorador, convertido hace años en dueño del parador, y relator de mil anécdotas, como la de haber descubierto restos arqueológicos de casi 8 mil años de antigüedad.

PUENTES COLGANTES.

Luego de un reparador lunch y un buen descanso, decidimos seguir subiendo un poco más, hasta que dimos, sobre mano izquierda, con otro Parador llamado “El Cóndor”. Allí nos detuvimos para cargar agua para el mate y mientras divisábamos el paisaje vimos un caminito de tierra que salía justo al frente, cruzando la ruta. La tentación de aprovechar la doble tracción fue grande, por lo que encaramos los primeros cien metros con marcha lenta, para “leer” el rocoso suelo serrano que se mostraba impregnado de mica y cuarzo. Al ver que viraba a la derecha y enfilaba en bajada en dirección al observatorio, nos animamos a continuar por esta senda sinuosa y muy atractiva.

¡Qué buena decisión! La emoción aumentaba al darnos cuenta de que era la vieja ruta que unía Mina Clavero con Carlos Paz, por lo que indefectiblemente nos llevaría a las cercanías de Bosque Alegre. Y la sorpresa fue total cuando apareció de golpe el primer puente colgante de hierro, y luego otro y otro, como antiguos vestigios de una ingeniería ahora olvidada y reemplazada por el hormigón. El descenso resultó mágico y ya casi al final, el pueblo semiabandonado de Copina nos puso de nuevo en el mapa. Retomamos la ruta principal y enfilamos directo al Observatorio, donde al llegar tomamos unos ricos mates antes de adentrarnos en nuestra experiencia astronómica.

A las ocho nos presentamos en la puerta del edificio que sostiene la plateada cúpula. Luego de una breve espera, comenzó la explicación a cargo de uno de los guías del lugar, quien nos comentó de forma amena la manera en que se crearon las estrellas, los cometas y las galaxias.

De a poco fuimos comprendiendo la grandiosidad de todo el cosmos visible ante nuestros simples ojos y más aún ante la atenta mirada de los astrónomos que se valen de sus poderosos telescopios. Allí nos enteramos que estábamos en presencia del primer observatorio montado en Latinoamérica, y que en su momento fue uno de los principales sitios de estudio de todo el mundo.

Ya sobre el final, la posibilidad de mirar nosotros mismos por uno de los telescopios electrónicos que hay dispuestos para los visitantes, hizo que la nebulosa de Orión y el planeta Júpiter cobraran vida y nos mostraran sus secretos.

Luego de escuchar un relato interesante sobre la mitología aplicada a las constelaciones, se completaron las tres horas previstas en la cumbre de Bosque Alegre y, con ello, nuestro paseo, que finalizaba justo a tiempo para darnos la posibilidad de regresar por una rica cena en Alta Gracia, plenos y felices por haber descubierto nuevos rincones de la preciosa provincia de Córdoba.

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